jueves, 30 de julio de 2009

Curar las enfermedades de la madera

La madera, al provenir de un ser vivo, los árboles, puede tener señales que delatan la existencia de una o varias enfermedades en ella. A diferencia de lo que a veces pensamos, es muy fácil llegar a una solución para que este material se pueda aprovechar y no se vea afectado por parásitos o podredumbres. El truco está en coger los problemas a tiempo o, simplemente, intentar prevenirlos.

La primera de dichas enfermedades es la pudrición, que aparece a través de la desintegración de los elementos químicos que forman parte de la savia. Los agentes causantes son determinados tipos de hongo. Podemos distinguir entre la pudrición blanca y la azul. La blanca, que es seca, tiene tal denominación debido a que aparece en forma de una masa de color muy claro, casi blanco. Surge, sobre todo, cuando este material ha estado en contacto con humedades.

La azul brota en los árboles que se cortan, pero que no se transforman en madera inmediatamente y se mantienen con la corteza durante mucho tiempo. Se llama así porque en el pino la blancura se azulea intensamente, aunque en otras especies adquiera un color diferente (en la encina toma un color pardo, en el abeto rojo, depende del ejemplar). Cuando la enfermedad no está avanzada es posible darle uso a la madera, con la condición de que se sierre de forma inmediata y se instale en un lugar frío y seco.

Para prevenir la putrefacción conviene darle una capa de barniz con aceite de linaza, pinturas al óleo o alquitrán. Con el fin de conseguir tablas más duras y que adquieran un mayor peso, se puede impregnar con creosata o con sales metálicas como el sulfato de cobre.

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